martes, 18 de octubre de 2011

Alas

Porque yo no tengo la culpa. Aunque quizá también porque la tengo.

Porque madrugo tarde. Porque siempre llego tarde a mis madrugadas.

Porque ayer no fregué los platos. O quizá los fregué con el agua sucia.

Porque me gustan los días nublados, grises, fríos, detenidos, solitarios, silenciosos.

Porque he convertido a mi corazón en la más convincente de mis excusas.

Porque predico como importante lo que no me importa. O al menos lo que todo el mundo cree que me importa, si bien nadie sabe en realidad, ni siquiera yo, qué es lo que me importa. En definitiva, porque todo lo que escribo carece de cualquier importancia.

Por eso.

Por eso usaré toda mi flaqueza

para salir del infierno

—el infierno en el que no estoy—

con las alas que no tengo.

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