tag:blogger.com,1999:blog-32506936620318553302024-02-08T16:42:23.204+01:00Metafísica de la ficciónrelatos, reflexiones y metafísica caseraanarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.comBlogger18125tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-62724145156484964462016-03-15T09:25:00.001+01:002016-03-15T09:25:58.257+01:00A mis cuarenta y pocos (epílogo)<div class="MsoNormal">
La conclusión final, por si alguien no se había dado cuenta,
es que todo cambia y ante el cambio hay que saber mantener el foco. A lo que
alguien podría decir que si lo podía resumir en una frase, para qué me enredo
en tantos posts.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
No te digo yo que no. Pero aquí va otro post, por si acaso.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Hace poco estaba la manada jugando. El Futbolero tenía
examen al día siguiente, pero estaba tan bien preparado el juego que me dio
pena ponerle a estudiar de inmediato. Yo acababa de superar mi “crisis de los
cuarenta”, se suponía que estaba en paz conmigo mismo, que todo tenía sentido.
Y la alegría de la manada sólo era comparable al ruido que emitían: El Troll
era un indio y había pasado las mangas del jersey del pijama por las piernas
para hacerse el disfraz; El Futbolero era un zombi y tenía un arma de diamante;
finalmente La Reina De La Casa era una princesa (of course!) y tenía la única espada
de oro que podía acabar con el zombi. La princesa debía acabar con el zombi,
claro, pero a la vez debía vencer el miedo irrefrenable que sentía hacia el
zombi, tarea en la que le ayudaba el indio. He visto películas con menos
argumento.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Así que, en lugar de sacar a El Futbolero del juego, me metí
en la cocina para ir adelantando con la cena. Cocinar me gusta, entre otras
cosas, porque te deja tiempo para terminar pensamientos que has empezado antes.
Y tanta felicidad rodando por los pasillos de la casa (y enciendo todas las
luces, por lo visto los zombis tienen un miedo terrible a la luz) me hizo recordar
algunos de los mejores momentos de los allí jugantes.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
¿Os preguntáis por qué El Futbolero recibe ese sobrenombre? Seguro
que os lo preguntáis, soy muy críptico cuando elijo los sobrenombres. Pues
viene de lejos, aunque yo todavía tengo muy vívido el día que lo fui a recoger
a la guardería y, con sus tres años recién cumplidos, me espetó:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
–Papá, yo soy del Barça.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Cuantos me conocen saben lo absolutamente nada que me
importa el fútbol. Pero que dijera tal cosa un mico que nunca jamás había visto
en la tele algo que se pareciera a un jugador de fútbol y que ni siquiera tenía
balón de fútbol entre sus juguetes, sólo se merecía una pregunta:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
–¿Y tú sabes qué es eso?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
–No, pero yo soy del Barça.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Y tan contento. La culpa de esto la tuvo su amigo El Chano
(paradoja: El Chano a día de hoy es más del Real Madrid que su padre…). Y cada
vez que ambos se juntaban, sólo se podía jugar, hablar y respirar fútbol. Hasta
su profesora lo dijo: nunca en su clase el fútbol había tenido tanta presencia.
Pensé que en un ambiente como el de nuestra casa, donde el fútbol no se
menciona ni para despreciarlo, se le pasaría pronto, como el sarampión. Pero
muy equivocado estaba. A día de hoy, cada vez que me cruzo con él por los
pasillos, me hace un caño con un balón imaginario; en cuanto su cuerpo se
levanta de algún sitio, se siente obligado a fintar y tirar a gol; cualquier
objeto que se encuentre por el suelo vale como balón, no tiene que ser ni
redondo… Sin ir más lejos, en el juego de aquella tarde, de vez en cuando se
escuchaba al zombi gritar ¡gol!<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Ahí estaba yo con mis recuerdos, terminando la cena, cuando
se abrió la puerta de golpe. El Futbolero tenía algo importante que decirme.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
–Papá, por cierto, ya sé qué quiero por mi cumpleaños: ¡un
balón de baloncesto!<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
Mantén el foco, mantén el foco, mantén el foco…<o:p></o:p></div>
anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-65541204211367571042016-03-14T11:45:00.000+01:002016-03-14T11:45:45.955+01:00A mis cuarenta y pocos (y V)<div class="MsoNormal">
La respuesta definitiva, la réplica insoslayable me la dio
El Troll. Íbamos al cole en coche por la mañana. El Futbolero y El Troll
peleándose, claro. Y La Reina De La Casa parloteando a su rollo, quizá
intentando contarme el cuento que su profesora les contó el día anterior,
versión ampliada y embellecida. El jaleo dentro del coche era enorme. Mis
fuerzas, cualquiera de mis ánimos, el más mínimo de los alientos… desaparecidos
todos. Bastante tenía con no salirme de la calzada, inmerso por una parte en la
duda de si me había llegado la crisis, e inmerso por otra en el ruido que no
cesaba.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Cuando el galimatías de palabras bajó un poco de intensidad,
acerté a decir:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
–Cansáis a las piedras, majos –en nuestra ciudad es
obligatorio terminar todas las frases con “majo”.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
–En verdad os digo que si éstos se callan, hablarán las
piedras.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Juro sobre la guitarra de Zappa que dentro del coche se
escuchó esa frase exactamente. Y no terminaba con “majo”.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
¿Y quién fue el locutor
de la frase? ¿Un ángel bajado del cielo dispuesto a iluminarme? ¿El mismo Dios
dando respuesta a mis cuitas? ¿El coro de la gloria eterna abriéndome de par en
par las puertas del cielo tras haberme estrellado con el coche…?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
La frase fue una respuesta para mí, no tardé en darme
cuenta. Ése era el sentido. No sé si estoy o no en la crisis esa. La cuestión
es el ruido.</div>
<div class="MsoNormal">
Las muertes de tus héroes o de tus “cobardes”, el futuro
descifrable en el comportamiento de unos animales, el bienestar de tu familia,
el miedo al colapso, la crisis de los cuarenta, tus hijos peleándose… la vida
es ruido. Por más que mi estimado M se empeñe en decir que la vida es amor o
donación o lectura incontrolada de clásicos rusos… antes que todo eso la vida
es ruido. Palabra de <i>heavy</i>.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Todo lo que se te viene encima, a lo que puedes estar más
receptivo o menos, o que lo puedes saborear más concentrado o diluido, o que tu
sensibilidad puede ser más afín o lejana según circunstancias… Lo que sea, todo
se resume en ruido. Y todo fue muy bien en mi vida hasta que en mi vida mi
ruido cambió. Cuando ella calló, las piedras hablaron.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Y fue El Troll, en su recién revelado talento como profeta,
quien lo dijo. Y créeme, no conviene llevarle la contraria a El Troll. Lo
finalmente importante, lo que cierra esta breve historia, es que la crisis que
abrió La Reina De La Casa con sus cuatro años sorprendidos ante mis cuarenta y
dos, que me llevó a toparme con una sucesión de noticias e historias, que a su
vez me llevaron a doblegarme ante un ruido diferente al de mi bajofuncional
familia, no dejaba de ser una mera cuestión de foco. Sólo eso. De no dejar
hablar a las piedras y que sean estos quienes me hablan.<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
Lo siento, M. No hay crisis. No es verdad. Nos la has
intentado colar, pero no. Igual es que en tu casa esa banda de estorninos de la
que hablas hace poco ruido.<o:p></o:p></div>
anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-53788591724232487162016-03-10T12:45:00.000+01:002016-03-10T12:45:44.529+01:00A mis cuarenta y pocos (IV)<div class="MsoNormal">
La pregunta era clara: ¿qué coño está pasando? La respuesta
era lo que no estaba claro.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Lo que tienen estos tiempos hiperconectados es que de pronto
te tropiezas con el blog de alguien que cometió el tremendo error de conocerte
de joven. Sin transición, inadvertidamente, encontré ante mis morros,
testificado por escrito, a mayor abundamiento y en ausencia de lucro cesante, a
un abogado hecho y derecho donde hace unos años sólo había un jovenzuelo con
una guitarra en una mano y el talento desbordándose por la otra, al que llamaré
simplemente M. Él, adicto a los sustantivos como es, acostumbra a abreviar los
nombres propios así, por lo que supongo que será de su agrado.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Años hacía que no sabía nada de M. Me perdonarán ustedes si
no enlazo con el blog, pero desconozco si al señor M le hará alguna gracia. Es
muy suyo, en particular con los comentarios. Una leyenda en internet dice que
“tienes menos futuro que un comentario sospechoso en el blog del señor M”.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Amén de bienintencionado y positivista, M cuando escribe es
un poco moñas. Ha habido algún diabético que ha estado a punto de morir después
de leer algún post. Le puede su afán de paz en el mundo, lo que no deja de ser
curioso viniendo de un abogado que lee a los clásicos rusos sin parar.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Pero lo que más me sorprendió fue que M comenzó su blog a
dos años vista de la “crisis de los cuarenta”. M <i>sabía</i> que iba a tener una crisis a la mencionada edad, <i>exactamente</i>. Y para prepararse o armarse
o prevenirse o simplemente para decir “ya os lo dije”, dos años antes empezó a
escribir un blog cuya esencia consistió en sentir cómo se avecinaba la crisis,
su leve forcejeo con ella y su brillante superación, momento en que le puso
punto y final. Y encima amenaza con publicarlo en formato árbol muerto.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Ésa era la excusa. En realidad no era más que una exhibición
sin pudor de lo maravillosa y multifuncional que es su familia. Para lo cual,
por cierto, no hacía falta el blog en absoluto. Pero cada vez que lo leo, yo miro
a la mía. La Reina Madre, El Futbolero, El Troll, La Reina De La Casa y yo mismo,
adornados al máximo con nuestras virtudes, empalidecemos junto a la familia de
M y exhibimos una bajofuncionalidad de la que, a veces, hasta nos sentimos
orgullosos. Por no hablar de lo que empalidece nuestro piso de un solo cuarto
de baño y condensaciones al lado de la casa con jardín y estudio para pintora
de M.<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
A La Reina Madre y a mí, en el colmo de nuestra imperfección,
la crisis de los cuarenta se nos había olvidado. Se nos pasaron los cuarenta y
nadie nos notificó, en tiempo y forma, nada acerca de ello. Hasta que La Reina
De La Casa subsanó (y mejoró) el error administrativo, ya que no pasaron muchos
días entre que la rizosa protagonizó el estupor por primera vez en su vida y M
le puso punto final a su blog. Fue otra coincidencia más. Y fue el momento en
el que me pregunté si a mí me estaba llegando la crisis esa, con retraso…
también.<o:p></o:p></div>
anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-91045513383921158852016-03-09T15:40:00.000+01:002016-03-10T11:48:51.965+01:00A mis cuarenta y pocos (III)<div class="MsoNormal">
Vivimos una época tecnológica. Sin embargo para mí no es
sinónimo de inquietante. No tengo ningún problema en general con la tecnología.
Desde los dispositivos móviles hasta los servicios en la nube, pasando por la
Thermomix y la cámara trasera de mi vehículo, para mí todo está bien. Aquello que dicen algunos de que los libros en papel tienen un encanto que no tienen los libros electrónicos me parece una chorrada. Ni
siquiera me da apuro configurar mi móvil para que me ofrezca textos o vídeos según
mis gustos, aunque a veces la respuesta del mismo a veces me asombre al
recordarme automáticamente dónde he aparcado. Y lo único que no uso de todos los adelantos tecnológicos es aquello que no ha despertado mi interés, el internet de las cosas, verbi gratia.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Ningún miedo a priori. Y adoro, casi en la misma medida que
a mi móvil, las ficciones apocalípticas
de un futuro de guerra entre máquinas y humanos. Me entretienen hasta el punto
de que alguna vez me he planteado escribir alguna yo mismo. Por ello, al igual
que sucedió con el episodio Eco Vs. Lee, es algo para mí que no debería
desbordarse más allá de la más elemental curiosidad.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Sin embargo mi móvil se encargó, en los días cercanos, de
destrozar esa frontera. En la aplicación en la que el móvil sugiere “temas para
leer” aparecieron juntos el <a href="http://es.gizmodo.com/asi-fue-universo-25-el-paraiso-artificial-para-ratones-1759599526">Universo
25</a> y un comentario al último robot de <a href="http://www.microsiervos.com/archivo/tecnologia/atlas-the-next-generation-un-robot-cada-vez-mas-habilidoso.html">Boston
Dynamics</a>.<o:p></o:p><br />
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Universo 25. El nombre me gustó desde el principio,
precisamente porque parece más el título de una de esas novelas de un futuro
apocalíptico que el nombre de un estudio etológico. Cuando finalmente abrí el
artículo para leerlo, debo ser sincero, tuve que buscar primero el significado
de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Etolog%C3%ADa">etología</a>.
Aclaradas las dudas, el artículo al principio me fascinó como cualquier novela
de ciencia ficción. Hasta que mi cerebro por fin asumió que aquello era ciencia
a secas, sin el apellido de ficción. Y describía una sociedad cómoda,
abastecida y con las necesidades cubiertas que se iba a la extinción sin más ni
más y por sí misma. Colapsaba sin más motivo aparente que haber llegado al
bienestar. Como padre que se preocupa por las necesidades de sus hijos y por su
futuro y su prosperidad aquello fue una hecatombe. Mis convicciones temblaban
babeantes en algún rincón de mi psique.<o:p></o:p><br />
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
No recuerdo bien si fue el mismo día o el siguiente, pero el
móvil, convertido ya en una herramienta de la locura y la destrucción, me
sugirió un interesante enlace a un vídeo de un robot llamado Atlas, quien ya se
había desconectado del cordón umbilical que ataba a sus hermanos robots
anteriores y era capaz de abrir la puerta de su ¿casa? y salir y sobrevivir en
un mundo exterior nevado y hostil. Y a nadie puede extrañarle que el robot haga
tal cosa, ya que el vídeo documentaba vejaciones y un ambiente laboral
claramente hostil.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Mi mente, malformada por tanta ciencia-ficción destructiva,
en el primer vistazo a este vídeo, vio <a href="http://giphy.com/gifs/terminator-boston-dynamics-3o7abGHGGCXMmlGPqE">esto</a>.
Y sobre todo cuando accedí al enlace “<a href="http://www.nextdoorpublishers.com/2016/02/creyeron-que-no-existiriamos/">Creyeron
que no existiríamos</a>” que en la propia página sugerían para compaginar con
el visionado del vídeo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
*<o:p></o:p></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Mézclense todas las informaciones, suavemente pero con
firmeza, en una persona cuyas inseguridades han ido creciendo desde que un ser
vivo –demasiado vivo, si quieren saber mi opinión– con rizos danzarines se vio
traumatizado al descubrir mi edad…<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
Puto móvil.<o:p></o:p></div>
anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-54202116721040645452016-03-08T15:25:00.000+01:002016-03-08T15:26:47.998+01:00A mis cuarenta y pocos (II)<div class="MsoNormal">
Varias cosas, desde ese día tan sorprendente para La Reina
De La Casa, me fueron dejando algo pesado en el ánimo. No fueron cosas
especialmente llamativas. Fueron cosas que, por suerte o por desgracia, pasan a
diario. Normalmente pasan de largo, otras tienen alguna incidencia, como
piedras en el camino…<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
La muerte de Umberto Eco y de la autora de <i>Matar a un ruiseñor</i> fue una de ellas. A
mí, en lo personal, me importaba más la muerte de Harper Lee ya que <i>Matar a un Ruiseñor</i> fue una de esas
novelas que alegraron alguno de los veranos de mi adolescencia. Umberto, más
académico, me parece importante, pero en lo afectivo significa menos para mí. Y
se estaba hablando mucho del académico y casi nada de la escritora.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Curiosamente, de entre todas las citas de Eco que inundaron
internet, tropecé con una que me pareció irónica. Hablaba de los héroes, de que
no existían, que en realidad no eran más que personas ordinarias –cobardes, por
añadidura– que deseaban llevar una vida ordinaria y no tuvieron más remedio que
hacerse notables por las circunstancias: “El verdadero héroe es héroe por
error. Sueña con ser un cobarde honesto como todo el mundo”.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Harper Lee también definió a los héroes, pero no fue tan
concisa en su definición. Ella prefirió dejar claro que los héroes sólo son
personas ordinarias que ante circunstancias extraordinarias no se dejaron
arrastrar. Y para dejarlo claro, un aforismo le pareció escaso. Escribió la
novela de Atticus Finch.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
El héroe de la lingüística y la semántica, el héroe que negó
la realidad de las cosas en favor de las palabras, Umberto Eco, eclipsaba a una
persona ordinaria que nunca aspiró a ninguna heroicidad y encima sentencia de
que los héroes en realidad no son tales. De la ironía nos queda el nombre y
este pedazo de realidad...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Dicho lo cual, queda patente que de por sí estos eventos no
deberían haberme dejado impresión alguna, más allá de la mera reflexión. En
esta diatriba nacida del fallecimiento de dos escritores no debería quedar en mí
más mella que la curiosidad de las circunstancias. Pero en el fondo sentí mi
propia muerte el día que dejé abrumada con mi edad a La Reina De La Casa. Yo
pensaba que era su héroe: siempre me pide ayuda, respuestas, juegos, cosquillas…
Siempre espera algo de mí, como de un héroe, ordinario, no sé si lejanamente
parecido a Finch y su hija Scout. Y ese día… ese día no le ofrecí lo que pedía.
Morí un poco, no pude remediar pensarlo. Se le cortó la alegría por completo.
Se sintió obligada a cambiar de tema. Olvidó la canción que había aprendido. Y
detrás de ese corte no había ninguna lección, ningún gesto a lo Finch, nada
glorioso que recordar salvo que son cuarenta y dos. ¿Y cómo habré llegado yo
hasta aquí, maldito cobarde?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Harper Lee parecía haber hecho una pregunta al mundo entero
al fallecer. “¿Me recordáis?”. Algo así. Y de pronto un gigante apareció de
entre las noticias de actualidad, afirmó categórica y ampulosamente que los
héroes son todos unos cobardes –“Atticus Finch también”– y obligó a la frágil
escritora a caer en el olvido, de nuevo, deteniendo el alegre baile de una
melena rizada llena de una energía aparentemente incontenible.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Absurdo, ¿verdad?<o:p></o:p></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
*<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
Y la muerte de Eco y Lee sólo fue el principio. Las piedras
del camino no se habían acabado.<o:p></o:p></div>
anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-30993207520960172582016-03-07T15:08:00.001+01:002016-03-08T15:26:22.075+01:00A mis cuarenta y pocos (I)<div class="MsoNormal">
Recogí a la Reina De La Casa del cole como habitualmente, yo
cansado ya y ella dando botes de alegría. Me contagia su alegría siempre, pero
junto con su alegría no suele transmitirme su energía. Se ve que su energía ni
se crea ni se destruye ni se presta, únicamente se transforma en un bucle
continuo de rizos, parloteos y canciones en reproducción aleatoria continua sin
tiempo a tomar aire siquiera. Lo cierto es que hoy me hubiese venido bien que
me prestara algo, un poquito, una pizca apenas, de ese torrente energético que
parecía desperdiciarse detrás del impulso de cada bote.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Hoy, aprendiendo a contar, una profesora de prácticas que
aún no ha terminado sus estudios universitarios, les enseñó una canción en la
que se cantaba la edad de cada uno. Con los niños y niñas la canción se acababa
pronto, en el cuatro. La canción tuvo más éxito, y mucha más duración, con la
edad de la profesora de prácticas. ¡Hasta el veintiuno! ¡Hala, hasta el
veintiuno! Exclamaron todos y se pusieron a cantar, saltándose el orden y
omitiendo números, del uno al veintiuno durante largos minutos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
La Reina De La Casa todavía estaba emocionada y en cuanto me
vio se puso a explicarme con pelos –muchos pelos, todos rizados y saltarines– y
señales la canción, los números, los saltos, los bailes… Tuvo que ser una clase
épica llena de derroche energético. Qué envidia. La explicación se extendió
mientras la recogía, le ponía el abrigo, le arreglaba la ropa, cruzábamos el
pasillo y la puerta y el jardín y la cancela, llegábamos al coche aparcado, se
sentaba y le ponía el cinturón. Mientras yo me sentaba al volante, se debió de
dar cuenta de que lo mejor era un ejemplo:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
–A ver Papá –dijo, en plena vorágine– ¿tú cuántos años
tienes?<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
–Cuarenta y dos, hija.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
–¡Hala! –exclamó. Y todas sus explicaciones, sus canciones,
su barullo de palabras y hasta sus rizos se quedaron quietos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
Su energía ni se crea ni se destruye ni se presta, hasta que
la dejas patidifusa. Entonces se le va por el desagüe de una respuesta que,
vete tú a saber por qué, cacho viejo, no se esperaba.<o:p></o:p><br />
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
*<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
La Reina De La Casa me remató un día ya de por sí agotador.
Con su cara inédita de sorpresa apenas encontré fuerzas para arrancar el coche
y volver a la rutina, adorada rutina que mantiene a la familia en
funcionamiento a pesar de todo.<o:p></o:p></div>
anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-62851008979053337092013-06-18T23:36:00.001+02:002013-06-19T00:13:38.896+02:00Silencio Administrativo: Amable, capítulo II<br />
<br />
Toda su vida había tardado doce minutos exactos en llegar del trabajo a casa, excepto los viernes, que se levantaba más temprano para desayunar en el bar con un poco de jeta recién asada. Alardeaba de fichar cada día a la misma hora, minuto arriba, minuto abajo, salvo aquellas veces en las que los avances tecnológicos mecanizaron el procedimiento de ficha: la confusión de la novedad y la progresiva –imparable– frialdad de los dispositivos inevitablemente le llevaron a algún error, debidamente subsanado en tiempo y forma ante la autoridad correspondiente. <br />
<br />
Profundamente humano, amante vitalicio de los procesos artesanos, en su haber se contaban habilidades que abarcaban materias muy dispares, desde equilibrar balances a golpe de lápiz del número dos hasta conocer –minuto arriba, minuto abajo– la hora exacta en que en la tasca terminaban de preparar las tortillas. Había conseguido mantener durante treintaitrés largos años sus maneras, su hora de salir a tomar el café y su asiento. Sólo una vez consintió el cambio de mesa y tres el cambio de silla. Y, por supuesto, nadie consiguió que su puesto se desplazase ni un centrímetro por más que los cableados de las nuevas herramientas lo exigieran. <br />
<br />
Pero también había sido un revolucionario cuando las circunstancias lo exigieron. Él introdujo el sobre de ventanilla, sin apoyo de los superiores. Y no cejó en su empeño hasta que el Servicio contó con su propia fotocopiadora. Y permitió la entrega de escritos por fax, cuando los fax no eran más que grandes máquinas ruidosas que vomitaban papeles ilegibles que se iban borrando con los días. ¿Y cuando el Servicio tuvo su propia centralita de telefonía, con varios números? Por no hablar de los impresos en papel autocopiativo, medida que nunca consiguió implantar del todo. <br />
<br />
Él consiguió que la Administración funcionara independientemente del viento político, que los papeles siguiesen su orden y las llamadas se atendieran según una jerarquía prevista. Él fue quien tiró del carro hacia delante y lo sacó de su letargo. Era el líder de un grupo que funcionaba bajo sus órdenes hacía más de veinte años. Un líder que, con sus segundos y esa longeva centralita, aún continuaba manteniendo el ritmo. <br />
<br />
Mantuvo a su grupo unido, no necesitaron más formación que la que él les dio. Tuvieron pocas bajas –amén del fax de papel térmico–, pocos quisieron irse hacia otros servicios. Y quienes intentaron entrar, sólo los que se mantuvieron a su nivel, permanecieron. <br />
<br />
<br />
<br />
Amable se levantó de la maceta, hincó las gafas de pasta hasta las cejas, se sacudió la culera del pantalón y recogió del suelo sus pertenencias. Irguió el gesto, repasó el nudo de la corbata y, envalentonado, se volvió a mirar en el espejo. <br />
<br />
Quizá algo rechoncho, tontería no reconocerlo. Hasta el espejo de su baño alguna vez se lo había sugerido mientras se afeitaba a navaja. Pero era un líder. Un líder no tiene horas bajas. Un líder no se deja derrotar por un espejo. Un líder no cae ante la fascinación de lo nuevo. Pero sobre todo, un líder nunca llega tarde. Estas máquinas NUNCA funcionan bien el primer día. <br />
<br />
<br />
<blockquote class="tr_bq">
<i>En ese número ¿cuántas cosas se resumían? ¿Cuántas de ellas valían la pena? Un número que sólo cuenta tiempo. Y el tiempo es el transcurso del no me he dado cuenta.</i></blockquote>
<br />
<br />
Y cargando su gabardina en ristre, empujó la puerta renovada de su Servicio. anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-42664880549392908862013-06-12T14:25:00.000+02:002013-06-12T14:28:00.130+02:00Silencio Administrativo: Amable, capítulo I<br />
<blockquote class="tr_bq">
<i><br /></i><i>Se miró los dedos atentamente mientras contaba, como queriendo trascender más allá del cálculo, como buscando un alma para esos números que mentalmente desgranaba. Treintaitrés. Una docena de letras –peor: dos dígitos, una palabra–, resumían sus años de dedicación a la Administración Pública.<br /> </i><i><br /></i><i>Sintió pesadez en el fondo de los pulmones al suspirar.</i></blockquote>
<br />
Aquella mañana lluviosa, Amable –sólo el Olimpo sabe porqué la Fortuna y el Destino hicieron esa broma macabra con su patronímico– atravesó las puertas automáticas de la Delegación dando grandes zancadas, aventando una nutrida colección de gotas de lluvia que alcanzaron los nuevos muebles y las paredes recién reformadas. <br />
<br />
Durante casi un año entero toda la entrada y planta baja de la Delegación estuvieron anegadas con unas obras inacabables que hacían la llegada al trabajo tan complicada como un decathlón. Y el primer día que ya quedó libre el espacio, Amable llegaba enredado en su propia contrariedad. Siempre había criticado a los que llegaban tarde. Siempre, desde que empezó a trabajar, hará ya… Amable no sabía cuánto hacía ya y además no era el momento de sentarse a calcular, coño, que llego tarde. <br />
<br />
Diestro, gobernaba el apresurado vuelo de la gabardina; a siniestra, sujetaba el paraguas y blandía la tarjeta de fichar, también mojada. Se estiró –ostentación de una flexibilidad que no tenía– extendiendo el brazo agarrotado por la prisa y basculando torpemente el peso del cuerpo sobre una pierna, hasta alcanzar la máquina destinada a registrar las horas laborales. Así, con gesto de “foto-finish”, con gran aparato de extremidades desplegadas, comenzó su jornada laboral en aquel frío preludio de otoño. <br />
<br />
La máquina lo confirmó: hoy entraba quince minutos tarde… Amable tomó resuello. La maldita lluvia debía de tener la culpa del retraso. O la máquina. Si, seguro que la máquina. Hoy entraba en funcionamiento el nuevo sistema de fichaje, con su tarjeta magnética por aproximación. Seguramente estaría todavía en pruebas y tardaría un tiempo en empezar a funcionar bien. Seguramente. <br />
<br />
Recompuso la cintura de sus imperturbables pantalones de tergal oscuro, sacudió la humedad de la inamovible raya en la pernera y reubicó el volumen abdominal que la camisa blanca ceñía con severas dificultades. Sobre su nariz sudorosa unas gafas de concha nuevamente en boga se deslizaban hasta la punta con el consentimiento tácito de su dueño, mientras sus dedos rechonchos secaban la doble papada por encima del cuello de la camisa. <br />
<br />
Seguramente estaba mal la máquina esa. <br />
<br />
Un vistazo al reloj que había envejecido en su muñeca lo habría confirmado… pero no es el momento de sentarse a calcular, coño, que llego tarde. <br />
<br />
Mientras se retiraba la gabardina con la pulcra precaución que la humedad le obligaba, giró sus pasos de pato hacia el despacho y sólo cuando consiguió desembarazarse y ordenar sobre su antebrazo la prenda y el paraguas, sus pies angulados recobraron paulatinamente la dignidad de un cisne, joroba incluida. <br />
<br />
Afrontó el pasillo recién inaugurado: el que fuera una suerte de tunel de metro de los años cincuenta lucía ahora como un cabaret de los ochenta sobreiluminado y adornado con espejos en lugar de cuadros. <br />
<br />
Los zapatos de Amable ahogaban su taconeo en el nuevo pavimento, si bien su respiración dificultosa delataba su presencia: cuantos más esfuerzos hacía por parecer sigiloso para que su lamentable error (que seguro que ha sido la máquina, eso no puede funcionar bien todavía) pasase desapercibido, la sinusitis crónica que le aquejaba parecía oírse con volumen creciente a lo largo y ancho del edificio y probablemente en los aledaños de los bares. <br />
<br />
El reflejo de su figura saltaba de un espejo a otro con celeridad displicente, centrado únicamente en llegar lo antes posible a su Servicio y lo más discretamente posible, con la vista fija en el suelo. La marcha parecía imparable, y sin embargo se detuvo. En medio del pasillo, tan vacío como nuevo, Amable se sintió arrojado de sus cabilaciones cuando sus ojos se desviaron mínimamente del suelo sobre el que trotaba y atisbaron algo en los espejos. ¿Qué era <i>eso</i>? <br />
<br />
<br />
<blockquote class="tr_bq">
<i>Treintaitrés. Justos. Hoy cumplía treintaitrés años de trabajo y no sabía decir si lo peor era haberlos cumplido o haber tenido que sentarse a calcularlos. </i></blockquote>
<br />
<i>Eso</i> era su reflejo en las cristaleras del pasillo recién reformado de la Delegación. Amable se vio a sí mismo. Y ese no era el mismo adulto maduro y seguro que esa misma mañana había visto en el espejo del baño de su casa. Las luces, los mármoles, los diseños de los espejos… qué clase de magia obraba en su contra ahora para encontrarse con un gordo viejo y calvo, mal afeitado y gesto de lelo. Y además empapado. Y sudoroso. Y desarreglado. Y… <br />
<br />
Amable se sentó en una maceta, a la sombra de una palma de Bambú y entre los crisantemos, manchando de tierra húmeda su pantalón de tergal y dejando caer su gabardina y su paraguas en medio del pasillo. <br />
<br />
Seguro que ha sido la máquina. Nunca funcionan bien al principio. Nunca.<br />
<br />
Allí sentado, calculó. Pero no lo tarde que había llegado.anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-87127180970029427212013-06-07T23:58:00.000+02:002013-06-07T23:58:03.385+02:00Silencio Administrativo IIYa adelanto que seré injusto en estos posts, porque el imaginario colectivo lo es. Cuando pensamos en funcionarios traemos a nuestra imaginación una mesa atestada en una oficina infrailuminada donde una criatura dormita tras un ordenador y al amparo no sólo del Estatuto Básico del Empleado Público, también al de una máquina de aire acondicionado pagada con el dinero de todos. Los funcionarios son oficinistas. Los policías no, esos son la autoridad represiva. Los médicos tampoco, responden mejor al simil del ricachón en ese imaginario al que me refería antes. ¿Los profesores? ¿Los profesores son funcionarios? ¿El profesor que suspende a Jaimito en todos los chistes también lo es? ¿Y las enfermeras? Bueno, podría decir cualquier ciudadano de a pie, puede que lo sean. <br /><br />Ahora bien, lo que el imaginario no acepta (“no input file specified”) es que entre los empleados públicos se tenga que contar a los empleados de prisiones o a los modelos en vivo de las Facultades de Bellas Artes. Pero en el filo de la aceptación estarían los conserjes o el personal de instalaciones deportivas. ¿Y el de mantenimiento de tuberías? Error 404, funcionario not found. <br /><br />Lo cierto es que cuando llega el momento de cagarse en los funcionarios, la imagen que corresponde es la del oficinista haragán y apático que obstruye con su ineficiencia el pegajoso papeleo al que la ciudadanía en general se ve obligada cuando la administración correspondiente le solicita datos, dineros o documentos. <br /><br />Los funcionarios, ya se sabe, tienen la culpa de todo. <br /><br /> <br /><br />A mayor abundamiento: “Funcionario”. Vamos, dilo. Pronúncialo en voz alta. ¿A que no puedes decirlo sin reírte? <br /><br />Venga, con todas las letras: “funcionario”. <br /><br />Sonríes al menos ¿verdad?, aunque sólo sea por dentro, aunque sólo sea con desprecio. O con tristeza. Como mínimo, si lo dices en presencia de varios, alguien sonríe. Hasta los propios funcionarios sonríen. <br /><br />Existen figuras míticas en el imaginario social –el cura, el político, “mi cabo”, el del Lepe, “esto son un inglés, un francés y un español”, el mariquita, el salido, la puta, “los mozos del pueblo”, el facha…– que pueden hacer más o menos gracia según vivencias o convicciones personales. Pero la del funcionario, por odio o por envidia, de una manera o de otra, por motivos reales o por mitos amargos, siempre encuentra una sonrisa común, un “mira lo que me ocurrió”, una queja, una letanía, una de esas leyendas que, a falta de caballeros andantes, son las que configuran la contemporaneidad más atroz. <br /><br />Y ello porque es su figura quien ha vertebrado la conciencia de la realidad social y económica, las normas que rigen la jornada laboral, las conversaciones de despacho que jamás se extinguen. Le pese a quien le pese. <br /><br />Funcionario valiente, funcionario español…<div>
<br /></div>
<br /><br />No lo oculto, yo soy funcionario. Que traducido quiere decir que soy oficinista. Resulta curioso que en determinadas circunstancias sociales sea necesario ocultarlo. Bien porque cuando un paro galopante golpea en lo más sentido de una sociedad, los funcionarios son proscritos; bien porque cuando la abundancia económica asiste a esa misma sociedad, son más bien el objeto de muchas burlas, cual parias. Ocurre con los funcionarios lo mismo que con, verbi gratia, los ciudadanos estadounidenses, que aunque los haya buenos y malos, todos son tachados por el mismo rasero malintencionado. <br /><br />No pretendo hacer una defensa a ultranza, sólo reírme –¡yo también!– de la figura del funcionario, mostrar el absurdo de una máquina tan desmedida –tan silenciosa, sí– como es la Administración Pública, pero también mostrar el exceso de una sociedad que necesita y exige la existencia de esa Administración a la vez que la denosta. Reírme de mí, en definitiva, como indigno funcionario, como dignísmo miembro de la sociedad en la que vivo, como escritor indignante y como indignado contribuyente.anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-21561944069710498762013-06-04T19:40:00.000+02:002013-06-04T19:40:24.100+02:00Silencio Administrativo I<br /><br />No cabe la menor duda de que llamar <i>Silencio administrativo</i> a un post lleno de palabras (ruidos, en su concepción más superficial) es irónico. Es tan evidente que explicarlo hace que pierda toda su gracia. Por lo que antes de terminar este párrafo debería pedir perdón por haberlo comenzado. <br /><br />Pero la ironía del silencio administrativo es más profunda. Es tan cruel, que en el fondo no tiene ninguna gracia. Cualquier funcionario u opositor –no tanto el ciudadano de a pie, que es el principal afectado– sabe que la propia definición que la ley da al silencio de la administración es un chiste macabro redactado por juristas en una tarde de borrachera en la que se apostaron a ver quién hacía la pirueta legal más cabrona. <br /><br />El Derecho administrativo es claro… Bueno, perdón. Ningún Derecho, y el Administrativo menos todavía, es claro. Pero por algún motivo que ignoro, se utiliza la expresión de que “el Derecho es claro” cada vez que alguien se pone a explicar lo que dice ese Derecho. Y he aquí otra contradicción: si el Derecho fuese claro no necesitaría de explicación ninguna. Sin embargo ha elegido ser ostentoso y enrevesado en su exposición y ello ha creado la necesidad de tener desde catedráticos de Derecho hasta abogados, pasando por literatos advenedizos que se divierten en hacer bromas fáciles con las esencias del Derecho. <br /><br />Sea como fuere y a mayor abundamiento, “el Derecho Administrativo es claro”: toda vez que un ciudadano o ciudadana solicite abrir un procedimiento (expedientes, recursos, tramitaciones varias, escritos diversos, actuaciones legales, recetas, ritos u otros formalismos exigidos para pedir algo a la Administración) y la Administración dé la callada por respuesta a tal procedimiento, los interesados e interesadas en el mismo pueden entender que sus pretensiones son estimadas por la Administración “en todos los casos”. <br /><br />La primera vez que cualquiera lee esto, se siente inundado por la alegría, experimenta una suerte de manto protector cálido y amoroso sobre sus hombros, reniega de todas esas otras veces que no pensó estar protegido por la ley, deplora haber sido tan injusto con la Administración Pública y sus responsables y acaso enjuga una lágrima de sus ojos exánimes… Los funcionarios, según esto, son y serán siempre una pandilla de vagos irredentos. TIENEN que serlo. Cuando el ciudadano o ciudadana lee por primera vez acerca del silencio administrativo, ve el sentido de tamaña indolencia laboral, lo siente como una obligación del oficinista tramitador de escritos para que la justicia no cese, para que el amparo legal sea ese abrigo cariñoso que siempre habían ansiado. La primera vez que cualquiera lee esto vive en un mundo de ilusión y fantasía que hace palidecer a cualquier utopía revolucionaria, hippie, paradisíaca o anarco-tradicionalista. Hasta que sigue leyendo. <br /><br />Porque el silencio administrativo estima las pretensiones “en todos los casos” salvo… que una ley no lo permita, que el recurrente esté ejercitando su derecho de petición, que se requiera el traspaso de “facultades relativas al dominio público” o que se solicite la impugnación de otros actos de la propia Administración… No nos engañemos, el silencio administrativo es estimatorio en todos los casos, salvo en todos los casos. En esa tarde de borrachera, la carcajada de los juristas debío de ser estruendosa. <br /><br />Claro, terminada la lectura completa del articulado de la ley en torno al silencio administrativo, los funcionarios y su pereza vuelven a ser los culpables y la Administración una máquina tan injusta como insondable. <br /><br />Silencio administrativo es, pues, el mejor nombre para una serie de posts dedicados a las mejores esencias de los trabajadores a sueldo de las grandes empresas en general y de los funcionarios muy en particular. Una ironía que define a otra.anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-90779682670231592652011-10-18T13:35:00.006+02:002011-10-18T13:45:54.913+02:00Muerte de un minero<!--[if gte mso 9]><xml> <o:documentproperties> <o:revision>0</o:Revision> <o:totaltime>0</o:TotalTime> <o:pages>1</o:Pages> <o:words>323</o:Words> <o:characters>1780</o:Characters> <o:company>Universidad de Salamanca</o:Company> <o:lines>14</o:Lines> <o:paragraphs>4</o:Paragraphs> <o:characterswithspaces>2099</o:CharactersWithSpaces> <o:version>14.0</o:Version> </o:DocumentProperties> <o:officedocumentsettings> <o:pixelsperinch>96</o:PixelsPerInch> <o:targetscreensize>800x600</o:TargetScreenSize> </o:OfficeDocumentSettings> </xml><![endif]--> <!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:trackmoves/> <w:trackformatting/> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> 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Se pasa el día quejándose de las sondas y de los goteros. Quiere levantarse todo el rato y no debe. Y cuando siente que se ahoga, en lugar de llamar a la enfermera para que le dé oxígeno, hace todo lo posible por llegar hasta la ventana e intentar respirar el aire de la calle; que nunca es suficiente, y entonces se enfada más aún.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;">A Jose –así, sin tilde y con el acento desplazado a la otra sílaba– desde hacía tres meses un café le duraba tres cigarros y una conversación acerca de su padre agonizante. Ya estaba apagando el segundo.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;">–No se conforma. Ha levantado una familia de siete hijos gracias a la mina, pero le duele tener que pagar el precio de la silicosis.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;">Lo que Jose –ni siquiera Pepe, sólo Jose, apenas escrito con mayúscula– no me contaba es que sólo dos de los siete hijos estaban acompañando a su padre en sus últimos momentos.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;">–Y lo que peor lleva es que ya es viejo, le fallan demasiados órganos y demasiadas fuerzas. Y depender de una enfermera gorda y maleducada para tener que caminar tres pasos hasta la taza del váter le endemonia.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;">Por eso Jose –con la resignación de quien tiene un nombre tan manido– habla con el primer conocido que se cruza en su camino mientras se frota unas ojeras que ha elegido tener, pero que no por ello le duelen menos.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;">–Pero sabes lo que te digo… Que ha vivido como ha querido, ha tenido para comer él y su familia, ha bebido hasta hartarse, ha vivido en una casa digna, ha salido con las mujeres que se le han puesto en gana… Que no sé porqué se cabrea tanto si ha tenido una vida mejor que muchas.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;">Y Jose –deje de albañil acostumbrado a escuchar su nombre pronunciado a gritos– se levanta precipitando sus últimas palabras sobre las monedas que pagan los dos cafés y ahogando mi despedida con un ‘gracias por escucharme’.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;">De nada, Jose.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify; "><span lang="ES" style="font-family:arial;font-size:100%;"><o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES" style="Arial Narrow""><span class="Apple-style-span" style="font-size:100%;"><span class="Apple-style-span" style=" ;font-family:arial;">¿Sabes qué te digo, Jose? Que espero morir yo antes que tú. Porque si mueres antes que yo, no tendré más remedio que poner en tu lápida “Si les cuento la vida de este hombre, seguramente pensarán que la vida de él fue mejor que la de cada uno de ustedes”</span><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;">.</span></span><o:p></o:p></span></p> <!--EndFragment-->anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-66924162493945573162011-10-18T13:23:00.005+02:002011-10-18T13:32:53.871+02:00Alas<!--[if gte mso 9]><xml> <o:documentproperties> <o:revision>0</o:Revision> <o:totaltime>0</o:TotalTime> <o:pages>1</o:Pages> <o:words>112</o:Words> <o:characters>619</o:Characters> <o:company>Universidad de Salamanca</o:Company> <o:lines>5</o:Lines> <o:paragraphs>1</o:Paragraphs> <o:characterswithspaces>730</o:CharactersWithSpaces> <o:version>14.0</o:Version> </o:DocumentProperties> <o:officedocumentsettings> <o:allowpng/> </o:OfficeDocumentSettings> 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Aunque quizá también porque la tengo.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;font-size:100%;">Porque madrugo tarde. Porque siempre llego tarde a mis madrugadas.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;font-size:100%;">Porque ayer no fregué los platos. O quizá los fregué con el agua sucia.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;font-size:100%;">Porque me gustan los días nublados, grises, fríos, detenidos, solitarios, silenciosos.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;font-size:100%;">Porque he convertido a mi corazón en la más convincente de mis excusas.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;font-size:100%;">Porque predico como importante lo que no me importa. O al menos lo que todo el mundo cree que me importa, si bien nadie sabe en realidad, ni siquiera yo, qué es lo que me importa. En definitiva, porque todo lo que escribo carece de cualquier importancia.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;font-size:100%;">Por eso.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;font-size:100%;">Por eso usaré toda mi flaqueza</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;font-size:100%;">para salir del infierno</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;font-size:100%;">—el infierno en el que no estoy—</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family:arial;font-size:100%;">con las alas que no tengo.</span></p>anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-68032873108798180382007-03-21T21:54:00.000+01:002007-03-21T22:01:14.871+01:00Monovolumen<div align="justify"><span style="font-family:arial;">Como cada viernes, hacemos las maletas, una para ti y para mi, tres o cuatro para el niño. Y eso que nos hemos contenido, porque el niño cumple un año mañana y es previsible que a la vuelta tengamos que meter los regalos hasta en la palanca de cambios.<br /><br />Las cosas, "sólo las imprescindibles, ¿eh?", se amontonan en el suelo tras el coche, a la espera de ordenarse en el maletero de alguna forma increíble, desconocida, mágica. Y se apodera de mí el deseo de que aquellas casas móviles a las que se refería un olvidado artículo en alguna ignota revista puedan ser realidad algún día. Si bien me obligo a deshacerme de tal deseo y a empezar a manipular las geometrías relativas y desesperantes del equipaje dentro del espacio vacío -pero finito, ay, tan finito- del maletero.<br /><br />Uno se puede formar para lograr realizarse en la vida, o estudiar para labrarse un futuro, o leer mucho para desarrollarse intelectualmente, o estar atento en general para prevenirse en particular... pero nadie en ningún lado te forma para las pruebas más difíciles que el porvenir te tiene reservado, a saber: las reformas en casa, las mudanzas y llenar el maletero del coche cuando vas de viaje.<br /><br />Mientras peleo tercamente con la bolsa de la ropa del niño (razono para mí, con mucha convicción y pocos resultados, que la ropa de invierno tiene que poderse aplastar más), se me hace evidente que todos mis años de formación han sido en vano: soy un ignorante, un auténtico tonto, tal vez un inútil.<br /><br />En el apogeo del desprecio hacia mí mismo, como un misterio que se manifiesta pero no se desvela, la última maleta encaja en el hueco preciso. Y el espacio vacío se transforma en un compacto magma de ropa, útiles de aseo y otros imprescindibles de la vida urbana.<br /><br />Mi mujer llega con el niño en brazos. Les sonrío, triunfal. Mi mujer me mira. ¿Ríe? ¿Se enfada?<br /><br />-¡Pero si todavía falta la silla del niño!<br /><br />Necesito un monovolumen. Aún no he terminado de pagar este coche, pero es que odio sentirme tan rematadamente tonto.</span></div>anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-37396511781189464442007-03-15T22:32:00.000+01:002007-03-15T22:37:48.734+01:00Redefinición de la soledad<div align="justify"><span style="font-family:arial;">Abajo, unos chicos, saltándose una clase o dos o tres, tocan palmas con poco sentido del ritmo y gimen a modo de canto. El día está indeciso, y cambia nubes por sol de modo espontáneo, haciendo del gemido cantado una bulería deslucida o un croar cansino. Las palmas, a su vez hacen un eco sordo contra el bloque de enfrente y acentúan la soledad de esta demasiado calurosa mañana de primeros de marzo.<br /><br />Ignoro si hay una palabra, sólo una, para definir ese sentimiento de soledad en el que sabes que detrás de cada una de las ventanas que ves frente a tu casa y dentro de cada uno de los pisos que componen tu edificio, hay muchas personas. Y que cada una de ellas pone lo mejor de sí misma para hacerse invisible al resto. Aunque todas ellas sean muy conscientes de la presencia de todas las demás. Y mientras, cuatro adolescentes se empeñan en hacerse notar cuando son los más interesados en no ser vistos por demasiados testigos.<br /><br />Quizá la extraña sensación de un invierno cálido en exceso me hace desconcentrarme con demasiada facilidad y buscar retos lingüísticos donde no hay sino pereza, o soledades donde sólo hay acumulación de silentes. O quizá es que dos horas de palmas y cante mal ejecutados aturden a cualquiera.<br /><br />No se callarán, no.</span></div>anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-74999860569596904062007-03-05T17:39:00.000+01:002007-03-05T17:40:40.444+01:00Teoría de la felicidad<div align="justify"><span style="font-family:arial;">"Deberías irte para la cama", me dices, mientras continúas planchando las cuatro lavadoras que pusiste en dos días y secaste encima de los radiadores a toda prisa, "mañana tienes que conducir". Los kilos de ropa arrugada aún superan a la planchada.<br /><br />Dejo de teclear y me desperezo frente al ordenador, estirando músculos inactivos y tendones entumecidos. Me crujen las vértebras.<br /><br />El niño duerme, por fin, cuánto le ha costado hoy conciliar un sueño lo suficientemente profundo como para que nos sintamos buenos padres.<br /><br />Te miro. Miro la habitación. Me miro a mí mismo con los ojos cerrados. Ahora es uno de esos momentos en los que Dios en persona te presta sus gafas para que veas, para que seas consciente de lo que es real, real de veras, al margen de las palabras, al margen de nuestro triste entendimiento que no alcanza a significar la felicidad.<br /><br />Se te cansan los brazos, se me cansa la vista, la gasolina ha vuelto a subir de precio, parece que el niño vuelve a tener un poco de moquera, todavía hay que decidir dónde van los enchufes en la habitación del niño, mañana pasan el seguro de coche y la cuenta corriente se resiente cada vez mucho antes de fin de mes...<br /><br />Maldita sea, me lo quedo.</span></div>anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-21667119251434339792007-03-01T17:36:00.000+01:002007-03-02T22:50:11.735+01:00Telepatía<span style="font-family:arial;">-¿Sabes a quién vi? A...<br />-A José Julio, no me digas más.<br />-¡Sí!<br />-¿He acertado? Vaya. Oye, ¿y le dijiste...?<br />-No, no me atreví, pero le comenté lo que pensábamos...<br />-¡Ah! Lo de eso... Y no me digas, te respondió que...<br />-Exacto.<br />Y con un "no cambiará nunca" terminamos nuestra ¿conversación?<br /><br /><em>Lo he recordado mientras un científico desmontaba esta mañana en la radio la mera posibilidad de la existencia de la telepatía. Qué sabrán los científicos, recuerdo que me dije.<br /></em><br />-Oye, tráeme eso.<br />-¿El qué?<br />-El chisme ese.<br />-¿Cuál?<br />-El cacharro de ahí.<br />-¿Esto?<br />-No, coño, eso no, la cosa esa...<br />-¡Ah! Esto de aquí.<br />-¡Vete a cagar! Lo que está ahí atrás.<br />-Aquí no hay nada.<br />-Si es que cuando no quieres entender no entiendes, coño. Ya voy yo a por ello.<br /><br /><em>Pueseso.</em></span>anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-78310688194248916722007-02-27T21:22:00.000+01:002007-03-02T22:51:09.278+01:00Hay que seguir intentándolo...<div align="justify"><span style="font-family:arial;">Al salir, me miras con ojos tristes y redondos y en tu boca se esboza una curva convexa de decepción. Tu cara, toda ella, cae de nuevo en la melancolía y quizá hasta en la desesperación. No te atreves a hablar, temes que si abres la boca sólo te salga de dentro un gemido cansado, una lágrima con forma de sonido.<br /><br />Sí, te entiendo, habíamos aplicado muchas esperanzas, pensábamos que ésta iba a ser la buena, habíamos puesto -sobre todo tú, es verdad- las ilusiones que habíamos podido malrescatar de todas las anteriores decepciones.<br /><br />Y me abrazas. Y me dices que estás cansada. Y suspiras. Y no ves salida...<br /><br />Y yo te abrazo. Y aunque yo también estoy cansado no te lo digo. Y cojo un puñado de aire, lo más grande que puedo, y lo ahondo en mis pulmones para que me oxigene el alma antes de decirte:<br /><br />"No te preocupes, seguro que acabaremos encontrando un mueble de baño que nos guste. Hay que seguir intentándolo..."</span></div>anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3250693662031855330.post-90383069299909482962007-02-25T21:29:00.000+01:002007-03-02T22:51:52.591+01:00La madurez<div align="justify"><span style="font-family:arial;">En la cola de la caja de supermercado, mi mujer y yo poníamos en práctica una cuidadosa técnica, elaborada tras complejos experimentos, con el fin de que el agrupamiento de cada conjunto de alimentos fuese óptimo: los congelados juntos y apelotonados, las verduras frescas nunca con los detergentes, las conservas repartidas en el fondo de las bolsas, los productos de limpieza en bolsa aparte... Todo ello mientras una larga cola de personas, que ha asumido el consumismo del fin de semana con una naturalidad indiferente, se impacienta como la lengua de un glaciar con una prisa antinatural.<br /><br />Porque a pesar de la lentitud de la cola, lo normal, lo que exige el estándar “persona que está de compras”, es sentirse apremiado. Item más si vamos con el niño: hay que darse por contento si hemos conseguido que juegue con una galleta mientras lo sujetamos colgado de un brazo; y ni hablar de ponerlo en el asiento abatible del carrito so amenaza de voces, ayes y lo mejor de su repertorio en materia de moqueo. La presión de las miradas de la gente ya es de por sí lo bastante intensa como para que encima les des motivos para que te restrieguen lo mal padre que eres, mira qué alto llora tu hijo, Herodes cabrón.<br /><br />Así que trata de encontrar tu yo interior, refúgiate en él, no sientas, busca el tao o el nirvana o la mierda que se llame eso y abre bolsas indiscriminadamente. Y al final no tienes casi ni tiempo de asombrarte por los ochenta euros que la cajera, indolente, goma de mascar en la boca, apática ante la trascendencia de su gesto sobre el datáfono, ha rascado de tu tarjeta de débito. Pero notas cómo una curiosa sensación de dominio de tu vida se escurre por tu piel.<br /><br />O al menos así era hasta hoy, en que me encontré a Fernando en la cola del supermercado, peleando sin tregua contra una bolsa de naranjas de cinco kilos y la billetera. Parecía haber envejecido diez años en el par de ellos que llevábamos sin vernos.<br /><br />No me reconoció, ¿había sucedido lo mismo conmigo?<br /><br />No me reconocí, ¿mi mayor logro en la vida era una elaborada técnica de control de crisis en la cola del supermercado?<br /><br />Al sentarme ahora al ordenador y al tratar de ordenarme, lo que me parece de todo punto incuestionable es que la madurez es un lugar del que nadie cuenta sino sandeces y al que siempre se está yendo por primera vez. Y uno nunca tiene claro si ha llegado, salvo cuando la estación ya ha quedado atrás y se dirige a otra etapa a la que no sabe si quiere o si debe ir.<br /><br />¿La tan cacareada madurez era esto? Me voy a jugar con mi hijo.</span></div>anarcotradicionalistahttp://www.blogger.com/profile/07489267301858793031noreply@blogger.com0